Arrasate no engaña
Entonar el himno de la Champions y elevar a categoría intercontinental en la octava jornada de liga un puesto en la clasificación que, con buen tino, el propio Arrasate aconseja ignorar, equivale a convertir la euforia, que no es buena, en borrachera, que es aun peor. Es lo fácil y llamativo, por supuesto, pero más allá de los lógicos delirios de la afición, los profesionales nos debemos a la responsabilidad y el buen criterio. De no hacerlo, caemos en la tela de araña de las redes sociales que no dejamos de criticar, quizás porque nos parecemos cada vez más a ellas. Y eso cuando no bebemos de sus fuentes.
La nube es el nombre que los genios del ciberespacio le han dado a uno o varios servidores donde archivar cuanto se nos ocurra, sin embargo conviene bajar de ella antes de darnos cuenta de que solo es una condensación de vapor. El entrenador del Mallorca, un hombre moderado y sensato, no se sorprende por el rendimiento que está dando su equipo en el presente comienzo de la temporada. Nosotros, si. No obstante se adelanta al recordar la imprudencia de transformar una situación circunstancial que, evidentemente, hay que aprovechar, en exigencia de un porvenir más o menos inmediato.
Hay que darle al calendario cuatro o cinco citas más antes de emitir juicios de valor con visos de aproximación a la realidad. Lo que hoy celebramos por meritorio e improbable según la estadística de este club, tres victorias consecutivas, se volverá en sentido contrario en cuanto llegue el mismo número de derrotas seguidas. Ni ahora son tan buenos ni entonces serán tan malos. Como me decía un sabio de los banquillos, no Luis Aragonés, el riesgo de escalar muy arriba reside en que después nadie admite que bajes un escalón. Y nadie dude que después de 38 partidos y 10 meses cada uno ocupa el que le corresponde, la mitad por lo que ha merecido y la otra mitad por lo que se ha buscado.