Cada cosa en su sitio

Siempre he defendido la teoría de que si cada profesional se limitara a hacer bien su trabajo, el mundo iría mejor. Da igual la labor que desempeñe, el arquitecto que diseñe bien sus proyectos y el paleta que ponga los materiales, que a su vez alguien habrá fabricado si taras, con tino y cuidado.

Si trasladamos esto al fútbol no ocurre como en el tenis donde, salvo excepciones que confirman la regla, cualquier de los diez primeros del ranking ATP ganan a los de la vigésima posición para atrás. Pero si todo un Real Madrid o un Barça no le ganan al Elche, es un decir, o al Huesca, etc, no es que los débiles lo hayan hecho muy bien, que puede ser, sino porque los fuertes habrán estado rematadamente mal.

España tenía que ganar a Eslovaquia, aunque también debió derrotar como mínimo a Polonia y no lo hizo. Pero al fin, goleada aparte y sus circunstancias, cumplió con su obligación. Pasó lo que tenía que pasar. Ahora empieza otra película y parece que lo hará en Copenhague y contra Croacia. Es otro cantar, si; pero no dejemos de considerar que la arlequinada no es la que disputó a Francia el Mundial del 2018, sino una selección algo gastada, cansada aunque, por supuesto, con un toque de calidad. A la que, lo siento, también hay que ganar para no alterar el orden lógico de las cosas.

A partir de ahí empezarán las mediciones, ya que el combinado de Luis Enrique no es tan flojo como ha parecido en el arranque de esta fase de grupos, pero tampoco tan fuerte como podría parecer esta goleada a la débil Eslovaquia, un resultado que invita al engaño. O tal vez no.