Caer en trampa propia

Estaba claro, muy claro, que el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol no iba a revocar las tarjetas amarillas mostradas a Russo y Salva Sevilla en Getafe, las primeras de las cuales acarrean suspensión. Y las normas también señalan sin ambages que quien recurre ha de aportar las pruebas que determinen sin margen de duda el error arbitral, lo cual tampoco ha sucedido. Sin embargo el quid de la cuestión no es este, sino lo que se deduce del argumento en el que se basa la jueza y que afecta directamente al VAR una vez más.

En efecto ya escribí el mismo sábado que las imágenes de la jugada no aclaraban si lo que se interpone en la trayectoria de la pelota dentro del área es el codo izquierdo del argentino, pegado al cuerpo, o su antebrazo derecho, muy abierto. Mateu Lahoz no lo vio sobre el terreno en primera instancia y no sabemos lo que apreció Estrada Fernández al editar el vídeo para pedir al colegiado valenciano que fuera a revisarlo. Sea como fuere, se pasas sus propias reglas por el forro de sus caprichos porque, insistimos, el responsable de la cabina no puede, no tiene, que intervenir salvo «error claro» de su colega de campo. Pero si, hemos visto pasar hasta cinco, seis, siete o más minutos para que entre y otro decidan lo que es falta o lo que no lo es.

No se respetan ni a si mismos y tampoco a su presidente, Medina Cantalejo, que aterrizó en el cargo advirtiendo que el VAR iba a entrometerse menos. Resulta evidente que no le hacen el menor caso y que las mismas acciones se evalúan de una manera si hay «grandes» de por medio y de otra  si afecta a los modestos, sobre todo si alguno de ellos roza el descenso y a la temporada siguiente no le van a ver. Sin distinciones, por cierto.