Campañas y fantasmas
No soy mediador en la guerra entre la Federación Española de Fútbol y la Liga de Fútbol Profesional o, lo que es lo mismo, entre los presidentes de ambas asociaciones que es, en definitiva, lo que son, Luis Rubiales y Javier Tebas. La primera de clubs de toda índole, hasta los de fútbol sala una federación que nació independiente y que Villar se cargó por las bravas y la segunda solo de los profesionales.
El comunicado emitido hoy por los árbitros, a quienes Mateu Alemany, curiosamente hoy director general del Barça o algo parecido, definió como «el brazo armado de la Federación», guarda algún paralelismo con lo expresado ayer por Joan Laporta en su comparecencia de ayer para explicar, sin convencer, que el club que preside es víctima de una campaña de desprestigio. Ya podrían inventar otra cosa porque esto de las «campañas» es más viejo que, no sé si Noé, pero si no el siguiente.
Miente el CTA cuando afirma que ya es independiente. Eso en Inglatera y Alemania. Aquí depende de la Federación y les paga la Liga y no poco: 30 millones de euros por temporada. Sus patrocinios corren por cuenta del personal de Las Rozas, igual que los de la Supercopa, en colaboración con Piqué, por aquel entonces aun jugador blaugrana, o la Copa del Rey. No pueden ocultar que es el propio Rubiales quien nombra a su jefe, Medina Cantalejo en este caso, como antes fueron Velasco Carballo y Sánchez Arminio por decisión de Villar y antes José Plaza y así sucesivamente.
También el Comité de Entrenadores rinde cuentas a la Federación aunque, al contrario, no parece que sus titulados estén muy satisfechos con los arbitrajes que reciben sus equipos. No hemos apreciado por parte del CTA ni una sola propuesta para mejorar el actual estado que ha llevado a esa «campaña», como la califican. Quizás merezcan ser utilizados por los dos bandos en liza, ya que ellos también usan la reciente agresión a un árbitro juvenil como argumento para exigir «silencio y respeto». Olvidan que la callada nunca ha sido homologada como respuesta válida y que el respeto se lo gana uno mismo.