Casualidades no, gracias
Ya he confesado en múltiples ocasiones mi falta de fe en las casualidades. La reciente renuncia del presidente de la Federación Balear de Fútbol a presentar su candidatura ante unas elecciones que aún no han sido convocadas, ya hemos visto que no obedecía a una repentina y sorprendente decisión, sino a un plan previamente concebido y diseñado del que el susodicho Sansó y el aspirante Horrach no son sus únicos ideólogos.
Tampoco han desaparecido del mapa de la Federación Española una gran parte de quienes ovacionaron a Luis Rubiales en su tristemente famoso discurso del «no voy a dimitir». No todo el «rubialismo» ha emigrado a la República Dominicana, sino que gran parte del mismo continúa en Las Rozas, empezando por el interino Pablo Rocha al que ha gustado tanto el confort del sillón que ha pasado de una vicepresidencia opaca a una candidatura máxima. Igual no se le ha ocurrido un intercambio de cromos como el anunciado en la Territorial Balear. Pero empezando por su figura y la de otros figurantes en papeles mas importantes unos que otros, pasa como con las meigas que, creamos o no en ellas, haberlas haylas. Podríamos empezar por el presidente del Comité de Arbitros, Medina Cantalejo, directamente ungido por el cesado y mantenido por su continuador.
Y hablando de árbitros, miren si no creo en casualidades que estoy convencido de que el España-Brasil amistoso, con Vinicius de estrella y en el escenario del Santiago Bernabéu, forma parte del culebrón pensado para revestir de racismo lo que no es sino una respuesta, inapropiada en algunos casos, a la antideportividad en algo grado. Un botón de muestra: el joven brasileño se ríe en la cara del señor Martínez Munuera que, lógicamente, le amonesta solo con tarjeta amarilla (Osasuna-Real Madrid). Una decisión que se recurre ante el Comité de Competición con no pocos apoyos mediáticos y quién sabe si también desde otros ámbitos. A un jugador del Almería, Melero, le acaba de caer una suspensión de cuatro partidos por quejarse del arbitraje del pasado Real Madrid-Almería en el que el VAR pudo confundir el brazo del atacante con su espalda, la de Vinicius, si.
En Primera División juegan unos cuarenta futbolistas de color. Curiosamente solo hay racismo contra uno. Más fácil: asciendan a Segunda o Primera a un árbitro de color y entonces sabremos de qué estamos hablando. ¿O no?.