El fútbol de los niños
Algunos clubs ha tomado la decisión de cerrar las puertas a los padres durante los entrenamientos de sus equipos infantiles. Sabia medida. Quienes deberían predicar con el ejemplo son los primeros que fallan, como los políticos. Por lamentable que parezca, el fútbol formativo exige este tipo de actuaciones y la Federación debería imponer otras medidas para evitar los altercados que se producen al respecto en los partidos de competición que afectan no solamente a la integridad física de los afectados, también los árbitros, sino básica y promordialmente a su propia educación, un valor en desuso.
Pero ha sido la Liga la que ha dado el primer paso al establecer una mesa de trabajo entre varios clubs de Primera y Segunda, lo que no dudan en calificar como «comercio de niños», en referencia a las actividades de familiares, representantes o agentes y ciertos directivos que intervienen en las transferencias de niños de entre 12 a 15 años entre clubs profesionales y otros no tanto. La idea ha sido lanzada en un encuentro de directores de cantera, no sé si ha habido algún representante del Mallorca, celebrado en Gijón en cuyo marco se han denunciado tan aberrantes prácticas.
Los progenitores, convencidos de criar a un «messi» por encima de los criterios de los propios técnicos, son la mayor parte del problema, pero no toda. No hace mucho fue cesado un entrenador del Platges de Calviá por no alinear al hijo de un dirigente. No fue un caso aislado. Pero la Liga no es competente en este tipo de asuntos y deberían ser las federaciones las que pongan coto a la barbarie antes de preocuparse más de repartirse cargos y salarios, que de ejercer sus verdaderas funciones, en suma, las únicas por las que tendrían razón de existir.
Que lo sepan aquellos que, desde la sombra o sin ella, el descaro o la ignorancia también tienen su cabida en el mapa social, creen que, por encima de todo, cada federación es un caladero de votos y no una agrupación de clubs, sus verdaderos dueños por definición.