Ciao Jorge, ciao
Las retiradas, como las despedidas, son tristes. La de Jorge Lorenzo no es una excepción pues no en en vano colocó al motocilismo mallorquín en el mapa. El adiós de un tipo que, desde el desierto del motor en una isla volcada en otras especialidades de mayorías, ha sido capaz de ganar cinco títulos mundiales no causa la menor alegría, ni siquiera la de sus enemigos.
Si, el piloto palmesano es un tipo peculiar. Ni su vida ni su trayectoria han sido fáciles. Sus desencuentros paternos, sus difíciles relaciones con alguno de sus preceptores como Amatriaín, su necesidad de navegar muchas veces solo en un mundo plagado de baches y trampas como todos los que mueven dinero, forjaron una personalidad fuerte que escondía un alma vulnerable.
Probablemente se equivocó de vez en cuando e incluso frecuentemente. A todos nos pasa. Pero ha reconocido esos pasos en falso: dejar Yamaha por Ducati e incluso fichar por Honda atraído más por el importe de su contrato que por sus opciones de carrera. Quizás sea Emilio Pérez de Rozas el periodista que más y mejor le conoce. El relata muy bien como fue el estreno de su flamante «motor home» en el circuito de Xerez. Jorge ha ganado tantos grandes premios como los dedos de una mano. Ya no le ha dado para las dos porque cada apéndice termina en un nudillo que ocasionalmente golpea contra uno mismo.
Se va uno de los mejores. El que movilizó caravanas de motocicletas por las carreteras del suroeste andaluz, Montmeló, Xeste o Aragón. El que abrió una carpa en Inca desde donde seguir sus batallas. El que los domingos por la mañana mantenía a los mallorquines pegados a un televisor.
He escuchado a Capirosi decir que igual vuelve. Es joven y tiene tiempo. ¿Saben que los italianos usan «ciao» tanto para decir hasta luego como hola?. Ciao, Jorge, ciao.