Como moscas a un panal
Los augures vaticinan un descomunal desembarco de fondos de inversión en las principales ligas europeas, pese a que algunos de ellos ya han iniciado el viaje de vuelta de sus aventuras o veleidades futboleras. Ciertos analistas creen que algunos de los propietarios son multimillonarios que compran clubs de élite con el único afán de divertirse, otros huelen el negocio, si es que lo hay, basado sobre todo en la compraventa de jugadores, cuyos términos esconden capítulos marginales frecuentemente explorados y perdidos en un entramado de sociedades.
Si ayer destacábamos la supremacía clasificatoria de sociedades mercantiles y/o deportivas en manos de capital español en la Liga Santander, en la Premier solamente quedan cuatro de los participantes que permanecen bajo control británico y no caben comparaciones. Siete en manos de empresas estadounidenses -recordemos que Robert Sarver quiso adquirir el Glasgow Rangers escocés antes de probar fortuna en España y encontrarla en el Mallorca-, cuatro son de fondos árabes de distinta procedencia, y el resto pertenecen a Serbia, Chequia, Tailandia, China e Italia.
Hace tiempo que la FIFA quiere meter mano en esta marabunta que amenaza con crecer aun más y devorar todo cuando equipo de fútbol caiga en sus manos. No lo ha conseguido, ni lo hará. Hay demasiado dinero en juego. Y mientras el dueño del Valencia se hace fotos con Cristiano Ronaldo, su escuadra navega en pleno temporal demasiado cerca de la segunda división. Solo es un ejemplo, un juguete más. Me temo que el presidente Infantino tendrá que terminar aceptando lo inevitable, ya sea bueno, malo o peor: si no puedes con tu enemigo, únete a él.