¿Y si fuera inocente?
Leí en Diario de Mallorca una entrevista a José María García en la que el maestro y viejo compañero lamentaba la situación actual de los medios y el periodismo no sólo deportivo. Además de compartir su opinión sobre la decadencia de la profesión, gravemente afectada por la crisis económica de los medios, su servilismo ante el poder, el intrusismo y la ausencia total de rigor e investigación, el seguimiento tangencial del caso Noos me ha recordado la profecía de Edward Murrow, el presentador norteamericano de los años cincuenta sobre quien se escribió la película «Buenas noches y buena suerte» y que ya señaló que «la televisión únicamente será un gran invento si se utiliza para informar y educar al público pues, de lo contrario, no es más que un conglomerado de cables y luces para distraer a los espectadores de lo verdaderamente importante».
Honestamente afirmo que, en mi opinión, es lo que hacen la mayoría de periódicos de papel o digitales, emisoras de televisión y/o de radio. Todos, casi sin excepciones, ya han condenado a doña Cristina de Borbón por ser quien es. Desde su imputación han desarrollado un juicio paralelo que no alcanza a todos los acusados ni en la misma proporción. Si el fiscal Pedro Horrach no aprecia delito, el equivocado es él y si la abogacía del estado comparte ese criterio, lo hace por interés y por complicidad con la Monarquía. Es más, el principio de que la ley es igual para todos, se despedaza si, finalmente, la hija del Rey emérito, Juan Carlos I, sale absuelta de todo cargo.
¿Y si la fiscalía Tuviera razón y no ha tenido ninguna participación en los hechos que se le imputan?. ¿Leeremos rectificaciones y excusas?. Me temo que no. Sea o no culpable doña Cristina ya ha sido tácitamente condenada y no es que yo quiera colocarme al lado de su defensa, sino que en virtud de la hipótesis que se le aplica con el argumento de que la Justicia es para todos, el derecho a la defensa también lo debe ser.
Claro que, antes que profundizar en todo ello, es mucho más sencillo montar el espectáculo. Si entran unos, salen otros, cómo visten, qué cara ponen, la manifestación de una docena de ciudadanos, al lado de quien se ha sentado cada cual, dónde y lo que han comido……etc. Por no hablar de los cientos de doctos en cualquier materia que exhiben impúdicamente conocimientos que no poseen, ni pruebas inculpatorias o exculpatorias de nada. ¿A eso hemos llegado?.
Lo siento Murrow, pido perdón.