Con él llegó el escándalo

El Comité Técnico de Arbitros de Baleares presidido por Bartomeu Riera Morro y que depende de la Federación de Fútbol de les Illes Balears al mando de Pep Sansó que celebrará su cena de navidad en el restaurante Presuntuoso del Estadio de Son Moix (¿se imaginan a la Junta Directiva y trabajadores de la Real Federación Española de Fútbol cenando en el Santiago Bernabéu?), ha emitido un comunicado formal pero injustificable ante la actuación, menos justificable aun, de su colegiado Vivas Pérez en el partido de juveniles Serverense-Murense cuyas imágenes al conceder un gol en fuera de juego de 30 metros y con todo el equipo que lo encajó, a excepción del portero (no lo sé), en campo contrario han dado la vuelta a España deja en ridículo a ambos mandamases y a los colectivos que representan.

Nadie devolverá al perjudicado el daño causado, o eso es de esperar porque aun sería peor, ni era necesario abrir expediente alguno; bastaba con incoar uno de urgencia para que este colegiado, ya descendido de tercera división hace unos años, no vuelva a arbitrar nunca más. No basta con pedir disculpas al no tratarse de un error humano por su parte, sino de una transgresión flagrante del reglamento que en un tribunal ordinario supondría al menos una revisión de la sentencia, sino la repetición del juicio, partido en este caso. No se trata de acciones dudosas, sino más bien escandalosas. Hay tantas fórmulas como falta de cintura en los Comités.

Al otro lado de la calle Manacor dicen que preparan a los árbitros con esmero y profesionalidad. Nos lo tenemos que creer. En cambio lo que pensamos a la vista de este acontecimiento y algunos más, es que ante el decreciente número de cursillistas que quieran dedicarse al arbitraje, por algo será, aprueban y dejan ejercer al menos pintado. Otro gallo cantaría si reinara la transparencia que se predica, aunque no con el ejemplo. Cierto que los propios interesados son los últimos en exigirla. Tal vez por la cuenta que les trae.