Cuando un futbolista se va
La baja de Jaume Costa, lógica si consideramos que él mismo confesó a Javier Aguirre que le costaba aguantar los 90 minutos o eso contó el míster en una de las ruedas de prensa de la temporada, abre el capítulo de rumores, fichajes y descartes de cada verano. En este último epígrafe ha cobrado actualidad, preocupación en algunos casos, el presunto interés del capitán, Raillo, y de Maffeo en cambiar de aires.
El lateral ha reiterado en público y privado a lo largo de toda la temporada su deseo de dejar el Mallorca. Y, la verdad, la experiencia nos demuestra que cuando un futbolista quiere salir, lo impida o no su contrato, lo hace. Al final se impone un acuerdo que evite al entrenador tener que bregar con uno de sus jugadores en estado de mal humor permanente y, probablemente, una mosca en el vestuario.
El caso del cordobés suena distinto, cumplirá 33 años el próximo mes de octubre y, aunque renovó recientemente, no tendrá muchas ocasiones para probar otras aventuras, conocer nuevos ambientes y explorar horizontes. Claro que encontrar en el mercado un central de sus características no es tarea fácil. Tampoco lo es buscar un lateral zurdo, una demarcación con más demanda que oferta. Ahí entra el trabajo, el poder de convicción o el reto de Pablo Ortells en su condición de director deportivo.
Habrá que considerar en su momento la opinión de Jagoba Arrasate si es que se cierra definitivamente su contratación. La sintonía entre la secretaría técnica y el entrenador es uno de los pilares fundamentales para el buen funcionamiento de un equipo y, créanme, durante la competición que acaba de terminar no la hubo.