De espaldas a la afición

Los aficionados que se quejan, con razón, de los horarios que impone la Liga de Fútbol Profesional todavía no han comprendido que no forman parte del negocio más que como clientes, coartada en el mejor de los casos, aunque sin más derecho que el de pagar su localidad. Los del Mallorca en particular han de asumir que el patrocinador oficial es una empresa nipona y que el club incluso decidió presentar en Japón el modelo de sus camisetas para la presente temporada. Le han programado ya tres partidos a las dos de la tarde, las once de la noche allí, y los que vendrán, una hora antes, cuando se retrasen los relojes europeos a finales de octubre.

El autoritario control de Javier Tebas se ha impuesto también en las transmisiones de televisión. En su afán intervencionista se reservó la selección de narradores y entrevistadores, amparado en la indiferencia del «pagano», Movistar, de cara al televidente tan o más despreciado que el público de a pié. El balance es desolador. Las locuciones son peores, los comentaristas flojísimos, las entrevistas inocuas y, por si faltara algo, no han tenido idea más feliz que la de insertar planos de los locutores de otras cadenas, SER, COPE, ONDA CERO para que veamos como cantan el gol que se ha marcado hace un minuto. Un «robaplanos» insensato, incluido el del narrador o narradora del canal, que no aporta nada, más bien enreda, distrae de lo esencial y, pobres, roza el ridículo.

La industria del fútbol hace tiempo que le ha dado la espalda al consumidor. Un lujo, un error o, sencillamente, una necedad, que contribuye a la lenta pero firme deserción de los seguidores menos acérrimos. Los fanáticos siguen a sus anchas provocando enfrentamientos en las calles, entretenidos en pelas absurdas por nada ni por nadie, inoculando el virus de la violencia que, hipócritas, declaran combatir desde cómodos despachos. Otra gran mentira.