Dimisión y revisión

A estas horas no sé si queda alguno de los llamados fundadores de la tristemente famosa, popular y efímera Superliga. Salieron una docena y parece que solamente quedan dos, los de siempre: el Real Madrid y el Barça. ¡Qué raro!, ¿no?.

Antes de entrar en las consecuencias del ridículo precipitado por un comunicado sin crédito y un anuncio temporal,  unipersonal y absolutamente incomprensible, pensemos en el poco rigor que podría tener la creación de una competición continental sin la participación de los mejores equipos de Alemania, Francia e incluso Portugal. En definitiva un proyecto con síntomas de improvisación pergeñado por unos gestores a quienes suponíamos más preparados aunque fuera no sobradamente.

Una vez más mi admirado amigo José María García tuvo razón al significar que Florentino Pérez «es el peor presidente de la historia del Real Madrid», una afirmación de doble valor porque no es de hoy, ni de ayer, sino de hace bastantes años. Si la anticipación forma parte del deber periodístico, ahí tienen un ejemplo. Yo no sé si será el peor, pero si tuviera el más mínimo sentido de la dignidad, aunque mal entendida, y menos orgullo, está tardando en abandonar el palco del Santiago Bernabéu aunque esté en obras que, de otro lado, tampoco le van a salvar de la ruina que ha querido sortear implicando la necesidad y el honor de otros.

Ahora bien, si esto solo va a servir para que caigan cuatro cabezas y dentro de tres meses la UEFA incremente los cánones de la Champions, tiempo perdido o, mejor dicho, malgastado. Esta lección, tremenda si, debería promover una revisión profunda del mercado de futbolistas, de la labor de sus agentes, y una renovación no menos tajante de la Ley de Sociedades Anónimas Deportivas en España porque, ténganlo en cuenta, algunos clubs europeos se la juegan en la bolsa y ante sus accionistas, pero nuestros máximos representantes (por desgracia) mantienen los bolsillos de sus gerifaltes  cerrados a cal y canto y a buen recaudo.