El delicado estado de salud del fútbol
Dice Pier Luigi Collina, el árbitro por antonomasia que ahora pita en los despachos de la UEFA, que lo sucedido en Turquia con Merel, agredido salvajemente por el presidente de un club turco de primera división de nombre impronunciable que sucesos como este, cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, pueden acabar con el fútbol. No añade si el espectáculo, el deporte o el negocio.
No le falta razón, si bien no sería la única causa de su vertiginosa precipitación hacia su fantasmal destino. Empezaríamos hablando de las distintas organizaciones arbitrales, sus dependencias, sus dirigentes, sus organizaciones y sistemas que infieren directamente en el nivel de sus colegiados por no entrar en vericuetos más escabrosos. Y que nadie lo tome como una justificación ante la violencia que, por descontado, no tiene ninguna.
Pero ya metidos en análisis, la lista de virus infecciosos que tienen al fútbol en la UCI por mucho polvo de estrellas que parezca lucir, no se circunscribe al arbitraje, aunque escándalos como el presente o el del Serverense-Murense de juveniles que no es preciso recordar, sino que alcanza a este calendario repleto de competiciones sin sentido, el mercado de futbolistas absolutamente disparatado y carente de toda regulación, los falsos «fair play» financieros a base de palancas y otros artilugios, la selva de los intermediarios o agentes FIFA, la creación de ídolos efímeros entre chavales de veinte años o menos sometidos al comercio de sus contratos y expuestos impúdicamente a caídas más duras que su vertiginoso y no siempre confirmado estallido, la expulsión de los espectadores a pie de campo en beneficio de la televisión o la ruina económica de los clubs que con ella sostienen a la docena de privilegiados rendidos al dinero árabe, ruso, americano, chino o de cualquier procedencia ajena a las raíces que constituyen la única explicación a su éxito global.
Con los árbitros, solo una parte del problema, ocurre como con la política española donde los dos grandes partidos luchan por el control del poder judicial de manera tan pornográfica que pervierte directamente el sistema y destruye la confianza de los ciudadanos en la justicia.