Sin clemencia
En el duelo final que protagonizan Liam Neeson y Tim Roth en la película dirigida por Michael Caton Jones que ensalza la figura del héroes escocés Rob Roy, ambos duelistas acuerdan el arbitraje de la muerte con una frase lapidaria: «no se pedirá clemencia», dice uno, «ni se concederá», responde el otro. En el fútbol negocio que nos ha tocado vivir tampoco hay tiempo para perdón, ni misericordia. A las cinco jornadas de liga, en Primera y seis, en Segunda, ya han caído los primeros entrenadores, Quique Setién, cesado en beneficio de Pacheta, y Alvaro Cervera, sustituido al frente del Real Oviedo por Luis Carrión, ex del Cartagena. No perdamos de vista que los dos despedidos fueron contratados en su momento como «salvadores» de ambos conjuntos. También en Francia, el asturiano Marcelino García Toral ha abandonado al Olympique de Marsella, en este caso parece ser que como respuesta a la actitud violenta de unos aficionados en su contra, aunque iba cuarto en la clasificación sin haber perdido aun ninguno del quinteto de encuentros disputados.
La presión del público en España no es tan agresiva. Todo se andará, aunque he visto lanzar un enorme pedrusco sobre el automóvil de Lussenhof en Tenerife o, por no viajar hasta el Atlántico, el mítico Héctor Cúper, de tranquilo paseo matutino por el carril de c’an Pere Antoni, podría contar algo de ciertas experiencias sufridas en Valencia. Sin embargo es cierto que la pelota «surfea» incierta sobre las olas de la insegura economía de los clubs y un descenso o una deficiente posición en la tabla cuesta un dinero que la mayoría de ellos no tiene, de ahí las prisas y, en ocasiones, las incongruencias. La necesidad inspira acciones tan contundentes como rápidas, injusticias e improvisaciones aparte.
Si bien se ha dado la circunstancia en ciertas oportunidades, un cambio de técnico con la competición muy avanzada supone un riesgo extremo e incluso desaconsejable salvo motivos extremos. Tampoco hay garantías que un relevo temprano remueva el curso de los acontecimientos en ningún equipo, pero si median desencuentros u opiniones muy dispares, el fútbol negocio exige decisiones. Y si no que se lo pregunten al Espanyol que ha pasado de un límite salarial de 72 millones de euros a 10, pese a los traspasos de Darder y César Montes o la ayuda al descenso.