El fútbol no ahorra energía

Somos esclavos de las contradicciones. Presumimos no creer en un serie de dogmas, pero los conservamos para utilizarlos como fiestas, ergo la Navidad o, ya que está al caer, la Virgen del 15 de agosto. Ahora mismo nos mentalizamos de la necesidad de ahorrar energía y aceptamos elevar la temperatura del aire acondicionado o bajar la de la calefacción al tiempo que apagamos las luces de escaparates y edificios con la puesta de sol. Pero, ¡ojo!, con la iglesia hemos topado o sea el fútbol.

A nadie se la ha ocurrido pedir que no se disputen partidos con iluminación artificial. Mandan la pela y las televisiones que, recordemos, exigen una cantidad mínima de lúmenes para que las imagenes se proyecten bien en las pantallas. De hecho, los focos se encienden incluso con luz diurna. Pero eso, no se toca. Todavía recuerdo la inauguración de los focos del viejo estadio Lluis Sitjar, con un partido entre el Mallorca y el Newcastle en el que Alfredo Di Stéfano jugó con el equipo local. Antes de aquello, la jornada se disputaba íntegra a las cinco de la tarde, hora lorquiana que decía Pepín Cabrales, palmero de Lola Flores y asistente de José María García. Pues no, hemos llegado al esperpento de repartir encuentros a lo largo del día y puestos a jugar de noche y gastar energía lo hacemos hasta los lunes. Es para que nos vean en Asia, aseguran.

Ya puestos podemos imaginar los estadios del futuro con aire acondicionado, no en los palcos que ya lo hay, sino grandes bocas de aire renovado para que los futbolistas, por supuesto millonarios, sufran menos. Igual a Elon Musk ya se le ha ocurrido y el malévolo Putin nos ha aguado la fiesta a todos. Incluida la de Navidad.