El goloso pastel de la Federación

Como era de esperar y aunque aun fría, ha empezado la guerra de candidatos para acceder a la presidencia de la Real Federación Española de Fútbol. Todavía no se dan movimientos abiertos ni se concitan apoyos o intereses debido a que la publicación sometida a exposición pública del proyecto de Orden Ministerial que regulará el proceso contiene un más que respetable número de contradicciones, incoherencias e irregularidades que terminarían en una indeseable cola de recursos cuyos plazos de resolución incluso impedirían la celebración de elecciones en la fecha autorizada por el Consejo Superior de Deportes, es decir durante el primer trimestre de 2024.

En primer lugar es preciso recordar que la Orden Ministerial en cuestión no afecta exclusivamente a las Federación de fútbol, sino a las de todos los deportes con los cuales se producen notorias diferencias estructurales. También llama la atención que el propio CSD se atribuya la comodidad que supone  la obligación actual de trasladar al Tribunal de Arbitraje Deportivo las denuncias que pueda recibir por diversas causas, en una decisión voluntaria que le confiere carácter de juez y quien sabe si parte.

Por no pecar de leguleyo soslayaré entrar en cuestiones más intrincadas, aunque no por ello menos importantes, pero se me ocurre sugerir que las Territoriales tendrían que verse obligadas a convocar sus elecciones antes de que lo hiciera la Nacional pues, de lo contrario, podría darse el caso de que los presidentes regionales adquirieran sillón en la Asamblea después de apoyar a un candidato perdedor, aunque se advierta de cara al futuro que sus cargos, renovados o de estreno,  no comportarán derecho nato a ocuparlo.

El nombre de Mateu Alemany no deja de sonar desde que lo intentó hace bastantes años, demasiados. Su carácter encaja más con la avanzada negociación que mantiene para fichar por el Atlético de Madrid. También el de Mateu Lahoz, a quien yo veo más como presidente de los árbitros que del ente federativo y como sustituto inmediato de Medina Cantalejo, que resiste amparado en la continuidad del «rubialismo»,  ante la complacencia de sus verdugos, representado en el mando provisional de su designado sucesor, Pedro Rocha.