El gran carnaval

Si en lugar de Mallorca estuviéramos en Cádiz y en vez de terminar el mes de agosto anduviéramos en febrero,  la comedia bufa de los fichajes y no fichajes dirigida por el insigne Pablo Ortells y sus mariachis daría para una chirigota digna del primer premio en el festival del Gran Teatro Falla de la capital andaluza.

Aun sin asumir la patochada de que a punto de comenzar la cuarta jornada de liga y mientras aun se disputan partidos de la tercera haya jugadores que pasan de la ducha al avión para pasar revisión médica con equipos a los que se acaban de enfrentar, las carreras del último segundo resultan tan ridículas que. en lugar de crear expectación a medida que el reloj avanza hacia las doce de la noche del viernes 30,  uno desea que el crupier cante el «no va más» y que a quien dios se la dé, san pedro se la bendiga. Si, en minúsculas, no mezclemos a los santos en tamaña parodia.

No nos engañemos, no vayamos a pasar el día deshojando margaritas a ritmo de Hummels si Hummels no, Rodri me quiere Rodri no me quiere y concluyamos que la única verdad es que el director de fútbol nombrado por el presidente Kohlberg lleva todo el verano sin hacer los deberes, no se fija objetivos concretos y si lo hace se le escapan, para reducir su gestión en torno a aquellos futbolistas en lista de espera y que cobren menos de un millón de euros independientemente de su calidad, personalidad o circunstancias y las necesidades de una plantilla de la que ya se quejó Javier Aguirre y que a Arrasate le prometieron mejorar.

Otra teoría reza que la propiedad no ha digerido bien los dispendios invertidos en Van der Heyden, Larin, Morlanes y algunos otros y que la última decisión no se toma en Son Bibiloni ni en Son Moix, sino en el despacho del CEO, Alfonso Díaz, o incluso en alguno de los ubicados en Delaware, Miami o Phoenix, donde el partido del domingo se confunde con un concierto de Plácido, el tenor.