El mercado negro…..o blanco

La pandemia del COVID 19 que asola al mundo interfiere en algunos de los planes de la FIFA en relación a algunos de los problemas que inciden en la ausencia de regulación del mercado de futbolistas. Desde limitar al 65 por ciento los gastos de personal en las cuentas de los clubs que actualmente alcanzan el 80 por cien, hasta restringir las cesiones de jugadores entre clubs con el fin de evitar la reconversión de estos en solapadas agencias de representación y reducir los abusivos porcentajes de comisión que se adjudican los agentes.

En efecto, cuando se publican las grandes cifras que se manejan o los estratosféricos salarios imputados a las estrellas, igualmente desproporcionadas e injustificables en más de un tuercebotas, se pasan por alto algunas de las técnicas imperantes que van desde «no muevo a este jugador si no me fichas a este otro» o «si quieres a fulano tienes que contratar a mengano», hasta connivencias que estarían prohibidas en cualquier sector. Una de ellas es la presión, cuando no obligación, sobre determinados profesionales para que cambien de «oficina».

Ya que al acercarnos a Son Moix se ha disparado la alarma del «caliente, caliente», recordemos si Joan Sastre, si es al que llaman la «bala de Porreres», tuvo que prescindir de su agente antes de que Maheta Molango renovara su contrato con el Mallorca. O, más concretamente, la denuncia formal presentada por el ex delantero Daniel García Lara, «Dani», representante de Febas al que demanda por la rescisión unilateral de su relación antes de estampar su firma en los despachos de Son Moix.

En esto y perdón por la comparación, indudablemente odiosa, ocurre como con la agricultura, donde el precio de los productos en origen se encarece en destino al pasar por manos intermedias. El problema no viene de ahora. Angel Gómez Benito, «Bolao» que fuera excelente defensa central del Mallorca, ofreció al club en 1981 al centrocampista del Real Valladolid Toño. Le dijeron que no interesaba y para su sorpresa al cabo de pocos días le ficharon a través de un agente catalán, Ramón París por una cantidad superior.

En fin, como decía Edward Murrow en la televisión estadounidense aun en blanco y negro: buenas noches y buena suerte.