El penúltimo escándalo de Ortiz Arias
Ignoro si ha sido viral, como se dice ahora, pero mucha gente ha visto el vídeo del gol del Valladolid ante el Sevilla que no sube al marcador porque el árbitro madrileño, Ortiz Arias, pita el final de la primera parte justo en el momento en que Escudero lanza un trallazo que se cuela raso junto al poste izquierdo de la portería andaluza. No al chutar el jugador, sino en plena trayectoria del balón. ¡A quién se le ocurre! pues si a este colegiado que nadie sabe por qué ascendió a primera división, el mismo que invalidó un gol de Amath en San Sebastián porque el señor del VAR se inventó una falta y él, sin haberla apreciado, acató la decisión y, si, aquel que estuvo una semana condenado a la nevera, eso dijeron, por oponer su cuerpo y apartar con el brazo a Kadewere cuando intentaba retrasar su posición en Vigo después de que el Celta recuperara la pelota. No ha dado una a derechas en toda la temporada pero, pese a sus numerosos y llamativos errores, ya se pueden imaginar que no descenderá de categoría.
Esto, la falta de transparencia es, entre otras cosas, lo que desprestigia al Comité de Arbitros que preside el sevillano Luis Medina Cantalejo, por designación personal y directa del presidente de la Federación Española, KLuis Rubiales, cuyos representados no han seguido ni una sola de sus instrucciones y uno de los cuales, ahora en cabina, Estrada Fernández ha pedido que declare en la causa que se sigue por el caso Negreira.
Todos cometemos errores, más de los que quisiéramos. Los árbitros no son infalibles, pero no todas las equivocaciones son iguales ni por su tamaño, ni por sus consecuencias. Defienden su honestidad a golpe de comunicado, cuando deberían hacerlo en el campo porque lo que se discute no es su honradez, aunque hay quien también, sino su capacidad, conocimientos y preparación. Y eso se arregla con hechos y no con palabras. No es solo ante un tribunal y en un caso concreto donde hay que declarar, sino hacer públicas las puntuaciones, explicar el criterio por las que se conceden y los mecanismos por los que se rigen sus ascensos y descensos. Cuestiones elementales que ellos mismos deberían exigir y tampoco lo hacen. ¿Por qué?.