El rumor, antesala de la mala noticia
El rumor ha sido una vez más antesala de la noticia, mala en el presente caso. Hace unos días surgía desde fuentes no siempre fiables, «Robinson se está muriendo». No había muerto aun, cierto; pero el desenlace estaba lamentablemente cerca. Se precipitó la primicia y nos precipitamos todos los que creímos que solo había sido una falsa alarma.
Conocí personalmente a Michael Robinson. Fue en el 2001. La editorial Aguilar había puesto a la venta su libro «Lo que el ojo no ve», un breve compendio de anécdotas y experiencias que prolongaba en las librerías el éxito de la sección dentro de «El dia después», un programa en abierto en el Canal Plus de pago que se emitía cada lunes a modo de resumen de la jornada. Un vídeo se entregaba con la compra de la pequeña obra escrita.
Pues bien, yo entonces escribía una columna diaria en Diario de Mallorca y su director, a la sazón José Eduardo Iglesias, me encargó presentar y moderar la presentación del ejemplar en el Club DM, con su autor como protagonista. Estuvimos departiendo amigablemente en una sala contigua a la del director de la sala que no resultaría muy concurrida. Después la empresa nos invitó a cenar con alguno de los jefes, pero yo no pude quedarme y ya no volví a coincidir con él más que en algún viaje de los que yo transmitía el encuentro del Mallorca y en Canal lo había seleccionado como el «Partido de la Jornada». Nada más allá de un «hola, ¿cómo estás?» y un «hasta otra» que ahora es ya un adiós.
Así que no le conocí profundamente como ser humano, aunque le intuí. Profesionalmente no advertí jamás el menor desliz en sus comentarios. Como los buenos se ha ido demasiado joven. ¡Feliz travesía, señor!.