El VAR y sus intérpretes

Aunque lo duden, los árbitros de fútbol también hacen pre temporada.  Durante unos días, juntitos. Normal si, tal y como afirman, pretenden unificar criterios, una vieja aspiración de los jugadores y el público. Su presidente Medina Cantalejo, aconseja que se deben pitar menos penaltis y mejorar el VAR. Un deseo no correspondido con la presencia de Ignacio Iglesias Villanueva, uno de los peores que ha pisado la primera división, para responder a las preguntas sobre el vídeo arbitraje. Y, claro, a las primeras de cambio el tropezón.

Ha dicho el «rompepitos» gallego que hay que interpretar muchas cosas en cada acción que se revisa, al hilo de los minutos que se tiran a veces para decidir si una acción es punible o no. Y no, las cámaras, sean cuáles y cuántas sean, no están para interpretar nada y las imágenes que proporcionan, menos. Para eso están. Lo que es, es y lo que no es, no es. No cabe la menor interpretación porque, entre otros argumentos,  apreciar o despreciar la intención es lo que sirve precisamente para manipular el concepto y resta la infalible credibilidad de lo que muestra la pantalla.

En un Mallorca-Celta, el vizcaino De Burgos Bengoetxea tardó ¡7 minutos! para ratificar su decisión de señalar la pena máxima en un piscinazo de Dani Rodríguez dentro del área viguesa. Desatendió el aviso del árbitro de cabina para insistir en su error después de 420 segundos, que se dice rápido y son las ovejitas que uno cuenta por la noche cuando no puede conciliar el sueño. ¿Qué era lo interpretable?, ¿si la víctima había hecho cuento o el infractor le había tocado?. Luego están los sabios comentaristas, esos que sentencian: «le ha tocado pero no me parece suficiente». Hay que oir, pero no escuchar, de todo.