Entrenadores tristes
Cuando la Federación Española de Fútbol y la Liga de Fútbol Profesional decidieron suspender las competiciones durante dos semanas sabían que a día de hoy iban a tener que hacerlo indefinidamente igual que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sabía el sábado pasado que al día siguiente solicitaría una prórroga del estado de alarma de otras dos semanas sin necesidad de comparecer de nuevo el domingo para hacerlo público. Claro que este es el menor de nuestros problemas, como la liga. Estemos en lo que tenemos que estar, que es en no salir de casa si queremos protegernos unos a otros.
Por supuesto que nos tenemos que entretener y no dejarnos llevar por la depresión del confinamiento. Anteayer falleció Benito Joanet, mítico portero del Espanyol y del Hércules que fue un efímero entrenador del Mallorca pues solamente aguantó las primeras ocho jornadas de la temporada 1985-86. Magnífica persona, pertenecía al grupo de técnicos que yo califico de tristes, más bien por su seriedad de carácter que otras razones. Recuerdo como si fuera hoy una charla en el hall del hotel Huerto del Cura, en Elche, donde el equipo local había ganado 1-0. Era el tercer partido y se había estrenado con derrota ante el Bilbao Athletic en San Mamés y un triste empate a cero en el Lluis Sitjar contra el Sabadell. Joanet se sentía decepcionado por aquel comienzo y lamentaba que Miquel Contestí no había satisfecho sus peticiones: «le he pedido un delantero centro alto y que vaya bien de cabeza y se ha traido a Liponnen» que, en efecto, jugaba de extremo y aunque era internacional con Finlandia y no resistía las temperaturas de nuestra Isla, no medía más allá de 1,70.
Cesado tras perder en Palma con el Deportivo, debutó Serra Ferrer con una victoria en Oviedo 1-2 y un final feliz con el ascenso a Primera División en Las Gaunas de Logroño. Pero esta es otra historia.
Mañana ya les hablaré de otros entrenadores tristes.