Estaba escrito y cantado

Todo tiene un principio y un final. Craso error cometen quienes mantienen la menor fe en su propia eternidad. Peter Lim invirtió en el Valencia la friolera de 191 millones de euros y no está nada contento de la gestión que, si, le ha supuesto sonados éxitos deportivos pero la caja no le cuadra. Recuperen mi comentario «Las cuentas del gran capitán» publicado el pasado 28 de agosto y entenderán no solo el sorprendente cese de Marcelino García Toral, sino el incierto futuro de Mateu Alemany, que ya no goza de la confianza del patrón y no ha sido ni consultado a la hora de contratar a Albert Celades como relevo del cesado.

«Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo», escribió y cantó Facundo Cabral. Queda muy bien en la voz del cantor, pero es mucho más grave en la realidad. Al millonario propietario del club de Mestalla no le salen las cuentas pero es que, además, no le gusta que le toreen. Ni a él ni a ningún jefe que yo haya conocido. No pasó por alto ni una sola de las declaraciones del ya ex entrenador sobre sus peticiones, ni los serpenteantes movimientos del director general entre los bastidores del vestuario. Dicen que el andritxol lleva semanas buscando equipo y que por coherencia y dignidad tendría que haber seguido los pasos del técnico que él fichó. Aun no lo ha hecho. Espera que le echen y le paguen, de hacerlo él tendría que desembolsar 6 millones del ala. Vale la pena mantenerse entero, con agua y sin que se marchiten las flores.

Si buscan algún parelelismo con lo que ocurre entre Maheta Molango y Vicente Moreno no lo encontrarán. El CEO del Mallorca se ganó la confianza de la propiedad ya hace dos años pese a las advertencias que Monti Galmés le hizo llegar a Robert Sarver. Pero, repito, nadie ni nada es eterno y en el mundo del fútbol ni siquiera duradero. Ahí es donde el suizo, prepotente y crecido, se equivoca.