Estampida en la cola

Ese proverbio árabe, si ese que dice «siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo» cobra mucho sentido en ocasiones como las que acabamos de ver en Valladolid y Cornellá. Javier Aguirre, curtido en mil batallas, debe respirar tranquilo cuando ve cómo los hipotéticos rivales del Mallorca se auto destruyen sin inmutarse. Primero porque, aunque sea desde la distancia, no da la impresión de que los entrenadores recién cesados, Pacheta y Martínez, sean los responsables de los deficientes resultados de sus equipos, al menos no los únicos. Luego porque tampoco existe la menor garantía de que sus sustitutos sean capaces de enderezar este rumbo errático que conduce a la zona incómoda que desemboca en el descenso, un terreno en el que es fundamental saber navegar sin perder la calma.

El Cádiz es el tercero en discordia, empeñado en una guerra de comunicados que, al margen de la razón que les asista, no le generan beneficio alguno, no ayudan en nada y sirven para menos. El caso del Sevilla es diferente porque se ha dejado de aventuras y, con una plantilla técnicamente superior a la de sus competidores directos, ha confiado el banquillo a un técnico experimentado. Todo lo contrario que el Espanyol, por suerte que le deseemos a Luis García, de grato recuerdo vestido con la camiseta del Mallorca en la temporada 2004-05.

La serenidad se mantiene en el entorno de los Juegos del Mediterráneo. En hipótesis tal vez se enfrenta al peor de los calendarios, con el Atlético, Athletic, Real Madrid y Real Sociedad en su horizonte, sumados a enfrentamientos directos, probablemente decisivos, frente a periquitos, pucelanos, Valencia y el mismísimo Mallorca. No le conviene jugar a los malabares.

Las próximas semanas determinarán qué ejércitos perecerán por el «clima», igual que Napoléon se enterró en la nieve a las puertas de Moscú.