Esto ya no es lo que era, Héctor

Hace unos días leí que Héctor Cúper había presentado su dimisión como seleccionador de Uzbekistán. Luego vi en otro medio que le habían cesado debido a los malos resultados. Una vez que me he situado en el mapa, entre Kazikistán y Afganistán, he de confesar mi admiración por el técnico argentino que llegó a Europa de la mano del Mallorca donde realmente empezó a escribir su leyenda. Y aquí seguirá, digo yo, entre sus aventuras, un día en los Emiratos otro en Egipto, ora en Georgia y, de repente en pleno centro de Asia sin su ventanal frente al mar de Es Molinar. Bueno, ya pasó, no sé si terminó, su pesadilla.

Habrá acumulado un montón de experiencias, aunque no sé si le habrán servido para algo. A sus jugadores probablemente si. El caso es que a los 64 años que cumplirá dentro de poco más de un mes, el entrenador ha resistido el paso del tiempo, pero no la evolución.

Hoy los vestuarios de los equipos de las principales ligas europeas se han convertido en congregaciones sin obispos donde no mandan ni los curas, sino los novicios. El del Barça tiene más poder que sus directivos, Zidane ha perdido el control del Real Madrid y la figura del preparador líder, otrora el jefe, se ha diluido. Ahora mandan los capitanes y no siempre, cualquier tuercebotas se sube al podium de su engrosado salario y los medios de comunicación mendigan una entrevista o una rueda de prensa con estrellas de tres al cuarto. Este ya no es el mundo de Cúper, ni de Serra Ferrer, ni de Del Bosque o Luis Aragonés y a Simeone veremos lo que le queda.

Ignoro si volver a entrenar pasa por los planes de futuro del «Flaco». Albert Einstein dijo que el pasado, el presente y el futuro no son un concepto lineal, sino que siempre, eternamente, están conectados. Y allá, sobre C’an Pere Antoni, se contemplan unas magníficas puestas de sol.