Hablar para no decir nada

No se sorprendan porque escribo en pleno día de Nochebuena, ni tampoco porque la mayoría de ruedas de prensa, sino todas, carezcan del más mínimo interés. Preguntas tópicas y respuestas retóricas. Las entrevistas eran diferentes antes y no precisamente de corona virus, se las cargaron los propios periodistas al aceptar convocatorias sin derecho a preguntar, cuestionarios previos o dirigidos. Ya hace tiempo que renunciaron a uno de los elementos clave del diálogo entre protagonista e informador como es la réplica, unos por incapaces, otros por desconocimiento y muchos por simple desatención. Así que a nadie extraña que no surjan noticias como producto de una conferencia de medios, ustedes planteen lo que quieran, si es que lo saben, y nosotros contestaremos lo que nos dé la gana. Insulseces como esta de «estaremos pendientes del mercado de invierno por si surge alguna oportunidad». Vamos, como si esto fuera a pasear por el rastro en busca de la ganga. Y, eso si, todos tan satisfechos y conformes. Misión cumplida.

Perdonen por la reflexión en plena Navidad. He cumplido más de 50 años de profesión y nunca falté a mi compromiso diario. En mis años mozos, en la radio, era el voluntario que hacía el turno de Nochevieja para que la pudieran disfrutar los compañeros que tenían ya familia y desde que en 1974 ingresé en el periodismo de papel no he dejado de escribir un solo día, ni siquiera desde el hospital de C’an Misses, en Ibiza, donde tuve que ingresar unos dias en el 2003 por una diverticulitis aguda. En fin, batallitas de un viejo informador entrado en años a quien no le gusta lo que ve. Por eso me disculpo, por entrometerme en sus redes sociales o teléfonos móviles para redactar otra de mis milongas. Dicho lo cual: ¡feliz Navidad! a todos. Si cabe.