Ilusión y decepción

Cada año nuevo es como el lunes de cada semana, empiezas henchido de ilusión pero el martes ya se ve distinto. O no. Hace mucho tiempo que mi viejo patrón, Pedro Serra, por aquel entonces propietario y editor del semanario Fiesta Deportiva, me explicó por qué le revista se publicaba el sábado. «Antes de la jornada del domingo, me dijo, todos los equipos están ilusionados por ganar; en cambio el domingo por la noche la mitad de ellos sufren la decepción». Ya habrán deducido que todos los partidos se disputaban el mismo día y a la misma hora, lo que justificaba la edición de una hoja, una sola, con los resultados y clasificaciones y que se vendía por una peseta a la salida de los cines, alrededor de las nueve de la noche.

Salvando las distancias y el concepto del tiempo, el cambio anual que da pié a otros 365 días, me recuerda la esperanza que todos albergamos de que lo que está por venir sea lo mejor. Pero, sin apartarnos del ejemplo del fútbol, solo hay un campeón, suben tres a primera división y cuatro a segunda, etc. Pero también bajan tres de un escalón superior y cuatro del siguiente. El viejo sueño de Benito Floro de establecer ligas cerradas, sin ascensos y descensos, nunca se ha considerado ni va en camino. El problema sería cuándo, cómo y con qué criterios se cierran.

El caso es que por puras matemáticas, el número de aquellos que ven cumplidas sus aspiraciones es muy inferior al de quienes han de conformarse con esperar otro 31 de diciembre para renovar sus votos de buenos deseos.

¡Suerte! y, sobre todo, ¡salud! porque, parodiando a Vicente Moreno, sin ella no hay fortuna ni amor posibles.