Kohlberg y ¿quién más?
Los seis años de capital americano en la propiedad del RCD Mallorca SAD han proyectado equilibrio social y opacidad informativa en proporciones similares, tanta cercanía geográfica como distanciamiento sentimental. La salida de Robert Sarver, cantada desde su retirada forzosa de la NBA con la posterior venta de la franquicia de Los Phoenix Suns por acusaciones de xenofobia y sexismo, ha dado con el financiero lejos de toda actividad pública. La mala notoriedad exige silencio. Nunca supimos quién o quiénes había detrás más allá del ex tenista Andy Kohlberg, como tampoco ahora conocemos cuáles son los apoyos de este último que, al parecer, siempre al parecer, se convierte en accionista mayoritario.
Que sigan o no Steve Nash o Stu Holden no pasa de ser una anécdota rayana en la broma. Como la presencia de Graem le Saux en un consejo de administración de cuyas reuniones telemáticas no sabemos nada. El presidente, que lo fue desde el mismísimo desembarco tras la adquisición del club, no anuncia sus planes, sino sus intenciones. Debería dedicarse a la política. Prometer «un equipo ALTAMENTE competitivo» requiere una política de fichajes más ambiciosa y de mayor inversión, sin ocultar a la parroquia detalles como los de la entrada y salida de Kang in Lee. Presumir de estabilidad en primera división exige algo más que terminar una temporada en novena posición, bastante más. Pregúntele a su director de fútbol, Pablo Ortells, como lo hizo el Villarreal, que lo sabrá aunque sea de oídas.
Esta revolución en el accionariado, tal y como se ha bautizado la operación, ha generado un cierto ruido, pero sin haber roto una sola nuez o, ya que estamos en Mallorca, alguna cáscara de almendra. Estaría bien conocer, para tranquilidad de todos, a los compañeros de viaje elegidos por el nuevo dueño y ya veterano presidente. Tampoco estaría mal aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid e invitar a algún o algunos mallorquines y/o mallorquinas, a sentarse en el palco y no me refiero a los alcaldes de los pueblos, ni a las generosas autoridades que regaron el reluciente y remozado Son Moix con dinero público, el de todos. ¿Eso nos da derecho a un asiento?.