La cara B de la afición
Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, puede decir que el fútbol español va, económicamente, viento en popa. No. Si las audiencias televisivas revelan el por qué de tanto interés en proteger los intereses del Real Madrid y el Barça, la media de asistencia de público a los estadios pone de manifiesto la sobredimensión de los mismos y, en consecuencia, un gasto añadido e innecesario en los presupuestos de los clubs. La televisión gana por goleada.
Las cifras oficiales no reflejan el incremento de espectadores que podría darse en competiciones europeas. Por lo que respecta a las domésticas, excluida la Copa del Rey, los aficionados más fieles de todos los equipos en liza cubrieron solamente el 58,5 % del aforo de todos los recintos entre los 20 de primera división o, redactado en pasiva, se quedaron vacías 318.000 plazas a lo largo de los 380 partidos disputados. Evidentemente las cifras del Almería, el Girona y el Valladolid corresponden a su temporada en Segunda.
Recuerden que la reforma de Son Moix, el multiusos del Mallorca reducido a campo de fútbol, rebajó su capacidad hasta 19.000 espectadores. Por algo será. Esta operación ha permitido que los 12.712 espectadores que desafían los inconsecuentes horarios ordenados por la LFP, supongan el 67 % de la capacidad total, una buena cifra en cuanto a aprovechamiento del espacio. Eso sí, en términos absolutos la afición local es la décimo quinta de España en una clasificación que ensalza a los seguidores de Osasuna, Atlético de Madrid y Real Betis, seguidos muy de cerca por los de la Real Sociedad. Los puestos de cola son para el Getafe, el Rayo Vallecano y el Girona, si bien porcentualmente los peores con el Elche, el Espanyol y el Celta en cuyo recinto de Balaídos, con asientos para 29.000 almas, solo acuden 10.000.
Que el Barça solamente llene el 55 % de sus gradas y el Madrid el 51 % explica, solo en parte, la fiebre de Florentino y Laporta, los enemigos más amigos, por la Superliga. Y a los modestos, que les den.