La deuda del escándalo

A falta de dos partidos para que concluya la apertura del calendario de liga no se han producido resultados «raros» de los que suele haber en las primeras jornadas. Todo está en su sitio, salvo las cuentas del Barça, inasumibles en cualquier sociedad anónima, pero confesadas en un momento bien elegido después de la victoria y buena impresión causada ante la Real Sociedad. En el mundo del fútbol, los marcadores lo ocultan todo o destapan lo indecible.

Madrid, Atlético, Sevilla, todos ganaron sin demasiados problemas. Las diferencias son las mismas entre los de «villarriba» y «villabajo» sin que las marque ningún detergente. De esto ya se encarga la Liga de Fútbol Profesional con el desigual reparto de los derechos audiovisuales, un buen motivo para protestar pero no precisamente cuando se presenta una propuesta de crédito, sino mucho antes.

El Nou Camp no añoró a Messi. Piqué porta ahora el estandarte. Laporta reconoce una deuda de 1.350 millones, un patrimonio negativo de 451 y un fondo de maniobra del mismo signo cifrado en 553. No acaba aquí, pues la previsión de pérdidas para el presente ejercicio alcanza otros 487 «kilos». De tener que rendir cuentas a accionistas se instaría la quiebra y quien sabe si la desaparición del club. Una de las injusticias en relación al resto de sociedades inscritas en la Liga.

Pero las desgracias nunca vienen solas. Los nueve clubs europeos que apostataron de la Superliga, los seis ingleses más PSG, Inter y Atlético de Madrid, han regresado a la Asociación de Clubs Europeos que ahora preside el dueño del club parisino. Florentino, Laporta y Agnelli huelen el fracaso y se lamen las heridas. Mientras tanto, ya rueda el balón.