La duda de Aguirre

La cuestión no es que Javier Aguirre tenga la duda de si manda el árbitro de VAR o el de campo, sino que ni ellos mismos respetan sus propias reglas y si no lo hacen se hallan en mala posición para exigírselas a los demás.

Hubo, pues algunos ya fallecieron, y también hay colegiados en activo conocedores del aprecio y el respeto que les tengo. He pitado, como aficionado en pachangas o fútbol de empresas, y sé lo difícil que es. Por eso, por el respeto que les tengo, me rebelo contra aquellos que emponzoñan la profesión, vocación, actividad o lo que le quieran llamar. En cierta ocasión uno de judo me llevó a juicio por escribir que había prolongado un combate más de lo debido o menos, no me acuerdo. Obviamente fui absuelto.

El problema del vídeo arbitraje más allá de que unas veces te perjudica y otras te beneficia -el Mallorca, atracado en San Sebastián, fue favorecido en Elche y este masacrado en Valencia- es que se ha pervertido por quienes lo aplican. No está para rectificar criterios o, lo que es lo mismo, interpretar acciones. Su misión, claramente definida, es alertar sobre jugadas claras y evidentes que pasen desapercibidas a los que están sobre el terreno de juego. Y esto, entre tras cosas, se les olvida. Debe ser muy aburrido estar dos horas encerrado en una cabina delante de una pantalla sin tener nada que hacer.

Miren. Si tardan más de un minuto en decidir sobre una acción determinada significa que no ni clara, ni evidente, así que a otra cosa mariposa. Pero no. Se tiran dos, tres, cuatro y a veces hasta siete minutos para concluir, inequívocamente, que tiene razón el del VAR. La herramienta, útil por definición y mal usada por sistema, como muchos de los inventos o descubrimientos de la humanidad, ha dejado de ser aclaratoria para devenir en intervencionista.

El presidente del Comité Nacional promete unas directrices y sus acólitos hacen lo que les da la gana. Y mientras el estamento arbitral no sea independiente, pasará como en política, que cada cual quiere colocar a los suyos al frente de la Justicia. ¿Separación de poderes?. ¡Y un cuerno!