La lección de los jugadores del Reus
La Saeta Rubia, como se conocía popularmente a Alfredo Di Stéfano, decía que lo único honrado que hay en el fútbol es la pelota. Supongo que debió ser antes de que la fabricaran las multinacionales del sector. Los jugadores que le quedan al Reus acaban de sentenciar que si uno busca honestidad nunca la encontrará en otro lugar que no sea el terreno de juego, más allá de la dimisión en masa de los jugadores del Málaga ante su afición.
El grave problema del club catalán representa el fracaso estrepitoso de la Liga de Fútol Profesional en la aplicación de su famosa norma del límite salarial y el de la AFE, preocupada por la suerte de los futbolistas con indiferencia total respecto a otros empleados del club que, igual que aquellos, también tienen familias a las que aportar sus salarios.
En otro orden de cosas también vivimos en el Mallorca el desinterés de los jugadores y algún que otro empleaducho cuando Maheta Molango la emprendió con todo lo que olía a mallorquinismo e historia y puso en la calle a más de treinta trabajadores. Era una nómina excesiva, si; pero hay muchas maneras de hacer las cosas y si no que se lo pregunten a Manolo Molina y otros muchos. En fin, ahora tampoco viene al caso, pero la solidaridad de los vestuarios no se suele extrapolar al exterior.
Aun así, la plantilla del Reus o lo que queda de ella han dado una lección que no debe quedar en el olvido y ni por asomo se ha de consentir que, por causa de retirada, una victoria como la de La Rosaleda quedara anulada.