La leyenda se hizo mito

Rafa Nadal copia y pega el relato de la leyenda que le convierte en mito. ¿Y qué puede decir de un mito cualquier simple mortal?. Nada. Nadie está lo suficientemente preparado, nadie posee conocimientos para enjuiciar o valorar la técnica, estrategia o juego de sus partidas porque aunque alguna vez haya empuñado una raqueta, su pista no es de este mundo. Más aún, es casi imposible distanciarse lo suficiente para evitar que las emociones desdibujen el criterio y condicionen la opinión.

La grandeza del balear genera un dilema entre dejarse influir por la vulgaridad de las redes sociales, imposible sucedáneo del periodismo ausente, o caer en el elogio extremo que por desmesurado y continuo deviene en rutinario. El diccionario ha agotado sus existencias de adjetivos calificativos y no queda espacio de papel para titulares grandilocuentes con cuerpos de caja que ya no se utilizan. Una tarea complicada para los narradores de televisión en permanente derrota frente a la imagen y muy difícil para aquellos que, como yo, un día se ganaron el micrófono a base de improvisación y hoy no encontramos palabras fuera de lo espontáneo.

Nos hemos quedado sin argumentos, porque  que Nadal ha ganado su duodécimo Roland Garros, 17 “Grand Slam” y tropecientos torneos más ya lo sabe todo el mundo hasta los confines de los cuatro puntos cardinales. Avísenme si algún dia Clint Eastwood dirige “Raqueta’s Rhapsody” con música de Ennio Morricone.