La masa social
Leo que se escribe mucho estos días sobre la necesidad de convocar más público a Son Moix en estos últimos partidos de la temporada y con la primera división al final del camino. Unos creen en la ya practicada fórmula de conceder a los socios entradas «low cost» para sus amistades o familiares, otros que es preciso abaratar el precio de de las localidades y hay quien más allá de ello abogan por la organización de eventos motivadores y actos diversos en torno al partido propiamente dicho. La historia demuestra que ninguna de estas soluciones ha funcionado en el pasado. Las dos primeras porque, en todo caso, el coste de cada asiento debería salir de una política establecida desde principio de temporada y la tercera porque, finalmente, el espectáculo reside en el propio lance competitivo y no en el circo paralelo alrededor del mismo.
Mallorca no es, en este sentido, una plaza ejemplar. No lo ha sido nunca, salvo campañas muy puntuales como el ascenso de 1960 o el presidido por Miquel Contestí en el 82-83. A título ejemplar cabe recordar que su debut en Palma nada menos que en la Champions League, el famoso 11 S contra el Arsenal, se registró una afluencia de 11.000 espectadores, menos de la mitad del aforo.
Tampoco es cuestión de remar ahora en dirección contraria a la establecida durante todo el año. Maheta Molango ha alejado a los espectadores con sus decisiones en relación al cierre de determinadas zonas de las gradas, además de incomodidades para la ubicación de los aficionados y socios que van desde las tasas para abonados de la segunda vuelta de la liga o los problemas de asignación de localidades para forzar su disposición en tribuna cubierta en detrimento de su libre elección de asientos.
Si nos remontamos más atrás, Mateu Alemany ya encargó un estudio sociológico a Gadeso, con el equipo en la división de honor, cuya conclusión fue que la masa social del club no superaba las 10.000 almas.
Salvo en Bilbao o los casos específicos del Betis, Atlético de Madrid u Osasuna, los estadios se llenan o vacían en curvas que fluctúan en función de los resultados. El Lluis Sitjar llegó a albergar a 18.000 socios en la referida temporada en Primera de Contestí después de pasar por el infierno tanto deportiva como socialmente, pero en la siguiente, sin haber descendido, el número de carnets bajó a la mitad sin que, en aquel entonces, la televisión hubiera entrado a saco en competencia con el fútbol vivo. Y sumar voluntades es relativamente sencillo si ganas partidos, pero si los pierdes es muy complicado recuperarlas.
De otro lado la economía de los clubs ya no depende como antes de los ingresos por taquilla, sino de lo que pagan las televisiones que, siempre he pensado, era pan para hoy hambre para mañana. El tiempo lo dirá.