La peineta

Nadie le ha preguntado el motivo de su gesto a la señora que le dedicó una «peineta» a Rafa Nadal durante su partido ante el norteamericano Mmoh en Australia. La echaron de la grada. Normal. Igual en Copa Davis, al menos en su formato anterior no lo hubieran hecho. Y aquí, en España, quizás tampoco. Habrían salido todos aquellos que confunden la libertad de expresión con la mala educación, el insulto y cosas peores a decir que quien ha pagado una entrada puede hacer y decir lo que quiera. Pues no.

Hay peinetas y «peinetas». A los árbitros es lo más suave que se les mostraba cuando había público en los estadios. Físicas y verbales, que las hay de todas clases aunque reciban diferentes denominaciones. Los políticos nos las hacen todos los días por separado o en grupos, por ejemplo cuando se vacunan contra la COVID quienes ocupan cargos sin que les toque «porque sobraban dosis» (peineta), cuando entre todos pagamos a la niñera de dos ministros en activo (peineta), nos las hace ya hasta un obispo, o dos, al darse de alta en residencias para recibir el pinchazo milagroso (peineta) y qué decir del «gin tonic· del Hat con nuestra presidenta autonómica al frente (peineta) la no investigación de las menores tuteladas (peineta), los papeles de Bárcenas (peineta), y así dedito en ristre a cada paso.

¡Hablamos de deporte, señor!. Vale. Perdón. Los horarios de los partidos (peineta), Mallorca-Espanyol, por decir uno, el domingo a las dos de la tarde (peineta).

Rafa se cabreó, pero se puso a reir. Buena actitud. Fue perjudicado en su saque, pero le dio un ataque de risa. Procuraremos hacer lo mismo, por no llorar. En definitiva sonreír  es una forma amable de enseñar los dientes.