La Roja, en blanco

Cuando alguien convierte un partido discreto de España, como lo fue ante Portugal, en poco menos que una gesta minimizada por mala suerte, corre el riesgo de que, como en la Ley de Murphy, la próxima vez vaya peor. Y eso es lo que ocurrió contra Irán.
Aparte de la lógica alineación de Lucas Vázquez por la banda derecha con la intención de abrir el juego a las bandas y más allá de que consideremos si de no jugar en el Real Madrid estaría en la Selección, el planteamiento de Hierro o su ejecución ofrece muchas duras. Está bien el tiki taka, pero si carece de velocidad no hace sino favorecer los planes defensivos del contrario. De otro lado, sobran arquitectos en el centro del campo y adolecemos de peones en defensa.
Reflexión: si cuando no juega Carvajal alineamos en su puesto a un central, Nacho, ¿para qué han ido a Rusia Azpilicueta y Odriozola?. La pregunta del millón.
Tampoco estoy de acuerdo con quienes relacionan el triunfo con el VAR. El juez de línea levanta la bandera mucho antes de que se consulte la tecnología que, en este caso, no hace sino ratificar la visión del asistente. España no ganó gracias al vídeo arbitraje, sino a la ineficacia rematadora de su rival frente a una zaga de cristal y un portero, De Gea, que aun no ha superado el regalo que le hizo a Cristiano Ronaldo. Puede que los fallos en la contención procedan de la desconfianza de los zagueros en su dubitativo guardavallas, aunque particularmente creo que viene de una deficiencia estructural grave. Silva, Iniesta e Isco no defienden y Busquets, no puede con todo. Tampoco reciben ayuda nuestros laterales y el miedo a encajar un gol se traduce en una inseguridad preocupante. Y esto no se arregla con paños calientes, sino con decisiones.