La verdad no avergüenza
Pep Sansó, como era de esperar, sigue jugando a dos bandas o las que hagan falta. Miembro de la Junta Directiva de la Federación Española, revolucionada a raiz de la reciente inhabilitación de su presidente, Pedro Rocha, el mallorquín se mantiene al frente del Comité de Entrenadores, no menos molesto por los impagos que les afectan al abandonar determinados clubs y la discriminación que sufren en comparación con los futbolistas que presentan sus denuncias ante la AFE y logran incluso el descenso administrativo de los morosos.
Los ejemplos más sonados son los de Quique Setién, aun acreedor del Villarreal o el Barça, ni se sabe, o el de Alvaro Cervera, que sigue sin cobrar del Cádiz. Circunstancias que, entre otras, vienen a corroborar la precaria situación económica de los clubs españoles, sin excepiones o si acaso algunas muy contadas, que incluye al Mallorca sean cuales sean las milongas que se le ocurren al CEO, Alfonso Díaz, para explicar lo inexplicable. La verdad tiene mala fama en el mundo en que nos ha tocado vivir, pero difícilmente se equivoca quien la invoca.
No pasa nada por reconocer que la caja es la que es y que si no se ficha más o mejor se debe a que lo primero es cumplir con los compromisos contraídos y el fondo de maniobra da para lo que da. Eso lo entiende todo el mundo. En cambio presumir de objetivos contradictorios con la realidad y querer vender como plata lo que solo es latón no crea confusión, no, sino descrédito. Ocurre en el Barça, en el Betis y me atrevo a significar que en una amplia mayoría de sociedades futbolísticas, sean anónimas o no.