La verdad no importa

En la Premier sigue el fútbol, como la vida; aquí para en Navidad igual que el Gobierno para aquello que le interesa. Pedro Sánchez fue a segundas elecciones a imitación del mercado de invierno para los directores deportivos que no aprueban en verano. Ahora tiene que fichar entre lo que nadie ha querido. Lo malo es que, mientras, los goles los encaja el público, es decir: pensionistas, funcionarios, sanidad, etc, etc.

Leo en El Pais una entrevista a Román Polanski, no el último fichaje de Maheta Molango sino el director de cine, en la que declara que solo aceptamos la verdad que nos viene bien, eso que hemos bautizado como la posverdad. Tan triste, en efecto, como real. La verdad intrínseca, científica o literaria no interesan. Y se preguntarán qué tiene que ver nada de esto con lo que yo escribo, para ser exactos con la temática de este blog. Se lo diré, nada en superficie y todo en profundidad.

El discurso del fútbol en general y del Mallorca en particular se ha construido lejos de su esencia. Ciertamente todavía se mantienen los nombres originales de los clubs como anzuelo para aficionados que alientan a los equipos de sus respectivas tierras. Un espejismo. Ya ha sucedido en otros deportes como el ciclismo. Antes se corría por Bélgica, Francia, España, Holanda, et; ahora por Movistar, Astaná, o cualquier otra firma comercial. Y nadie se da cuenta de que la vorágine millonaria insensata en la que hace años se ha instalado, la especulación inmobiliaria de terrenos y estadios, la locura de cifras en el mercado de futbolistas, la rendición al dinero de las televisiones y el incipiente submundo de las apuestas incluye en la riqueza de hoy la miseria del mañana. Quizás algunos no lo veamos, pero nuestros nietos probablemente si.

El Real Mallorca SAD del siglo XXI no es la herencia del Alfonso XIII de principios del siglo XX, sino una heredad con el mismo nombre. Véase la diferencia entre un artículo determinado y otro indefinido.