La vieja crisis del papel

Es un hecho la decadencia de la prensa en papel, cuyas editoras no sólo luchan sin éxito contra sus pérdidas anuales, en general a base de despedir parte del personal, sino que asisten a una paulatina pero constante caída de sus ventas, tanto las directas en kiosco, como de suscriptores, colectivas o, en suma, el bajón de sus tiradas al ritmo de un diez o un veinte por ciento anual. Dicha bajada no se corresponde con la subida del precio al ejemplar que, poco o mucho, se ha incrementado pese a la deficiencia, poco interés y desactualización de contenidos, sin olvidar el menor coste por la baja calidad de la materia prima ligada al menor número de páginas. .

Si la crisis publicitaria del sector comenzó el mismo día en que sus cuentas de resultados o los ingresos por inserciones pasaron a depender en porcentajes cada vez más elevados de las instituciones públicas, en ciertos casos hasta suponer el ochenta por ciento de la facturación por publicidad, la compra de periódicos empezó a sufrir en cuanto las mismas empresas depreciaron su producto, invitando a sus lectores a valorar el regalo adicional, gratuito o con un pequeño incremento, a cada ejemplar. Empezaron con fascículos más o menos ligados al negocio editorial, después irrumpieron los de cocina, jardinería, bricolage, idiomas o libros, pero luego llegó la vorágine de los concursos, sorteos, bingos y loterías, que precedieron a la oferta de relojes de poca monta, sartenes, bufandas, cubertería, miniaturas, y accesorios variopintos. Dejaron de vender noticias, quizás porque ya no las producían.

En la fase más aguda de las campañas, los departamentos de mercadotecnia de las empresas editoras calculaban el incremento de las ventas en función del regalo del día, generalmente aplicado a las ediciones dominicales, aunque se han llegado a inventar la vieja técnica del cupón y la cartilla diarios. Pero nada de eso ha servido para levantar al muerto. Me pregunto sin tanto producto promocional genera pingües beneficios o si los costes estructurales de reparto, empaquetado, retractilado y control compensan tanto esfuerzo humano y de organización. Allá ellos.

Lo que yo pienso es que, además de no haber invertido un minuto en estudiar le evolución del escenario informativo, la competencia de Internet -que tampoco es más actual que la radio bien hecha-, mejorar a sus redactores, contratar a buenos columnistas y adecuarse al cambio de los tiempos y las costumbres, los medios de comunicación escritos aún no han tocado fondo, pero el orígen de sus problemas no reside en la crisis económica mundial más reciente, sino que se ha venido degradando a lo largo de tres décadas.