Osadía o ingenuidad

«El Mallorca es un sentimiento que se lleva dentro muy adentro» cantaba el fondo norte del Lluis Sitjar «in illo tempore». Particularmente me parece más auténtico que «échale huevos, Mallorca échale huevos», «alé Real Mallorca alé, alé» o «esta es tu grada, tu grada que te anima» o los clásicos «lo lo lo lo lo loooo». Esta reflexión en período de confinamiento necesario viene a cuento porque precisamente me temo que por encima de cuestiones sentimentales,-ya me dirán qué clase de amor puede profesar un chino por el Espanyol o qué idilio motiva a un millonario de Singapur a invertir su dinero en el Valencia- priman intereses puramente comerciales en los accionistas y vías de escape y carencia de dioses en el ámbito de las aficiones. Con excepciones tales como las del Betis, Atlético de Madrid, Athletic, Osasuna y pocos más, ya que la mayoría de simpatizantes foráneos del Real Madrid o del Barça no son sino compañeros de victoria y como decía Bill Shankley: «si no estás conmigo cuando empatamos o sufrimos por la derrota, no hace falta que lo estés cuando ganemos».

Aquí tenemos el ejemplo más próximo y evidente. Habría que preguntarle a Robert «Salver» y sus socios qué especie de ataque de mallorquinismo sufrieron en Phoenix (Arizona) para desembarcar en Son Moix. Suponemos que el mismo que les acercó antes a Glasgow, Getafe o las oficinas del Levante. El Barça puede presumir de ser «más que un club», pero el Mallorca solo sería  más que una SAD, en el mejor de los casos, y si yo fuera uno de sus trabajadores recelaría mucho de la carta emitida por Andy Kohlberg para tranquilizar al personal. Un presidente que afirma estar trabajando en la planificación deportiva para la próxima temporada, con Recio y Le Saux, sin que sepamos si el equipo estará en primera o segunda división, se ha inventado una frase para quedar bien o es más ingénuo que el del bichito del aceite de colza o la vulgar gripe del coronavirus.