Las cosas claras
Los clubs de fútbol pequeños pagan el precio de sus delicadas posiciones económicas y la voracidad de los inversores ávidos de mercados en los que poder mover el dinero con más facilidad y menos fiscalidad. El sentimiento es el refugio de los aficionados, pero para los nuevos compradores solamente son clientes. No es que particularmente tenga nada en contra de eso, pero cada uno tiene que saber dónde está, cuál es su papel y por dónde se mueve.
Con motivo de las campañas de abonados de los últimos tiempos en Son Moix, la organización de la venta de entradas durante la pasada liguilla, el cierre parcial de las gradas y las explicaciones emanadas desde fuentes oficiales, los ingresos producidos por abonos y localidades carecen de importancia dentro del conjunto del presupuesto que, como en otras entidades, pende de las ventas de derechos audiovisuales. Por eso todos pasan por el tubo, ponen sus estadios al servicio de las cámaras y no se oponen ni livianamente a la programación de partidos en horarios intempestivos o días inhábiles como los lunes.
Maheta Molango puede dar los saltos que quiera, hacerse fotos sonriente junto a determinados fichajes, abrazarse a los jugadores, salir al balcón de Cort o pasear en el autobús del ascenso. Incluso, aunque no lo hiciera, bañarse en ses Tortugues. Pero eso no le convierte en mallorquín ni mallorquinista. Es un ejecutivo que hoy trabaja aquí como mañana lo hará en otro club o despacho, sea el Wolverhampton o el Leganés, por poner ejemplos distintos y distantes. Y Robert Sarver y sus socios son inversionistas que igual que compraron hace tres años, pueden vender dentro de otros tres si creen que la operación es rentable por mucho que su socio, Andy Kohlberg, presidente del Consejo, haya comprado un palacete en es Born. Otra inversión.
No hay nada malo en todo eso. Están en su derecho, respetan la legalidad civil, fiscal y deportiva. No es el modelo que a mi me gusta y con el que nací, pero es lo que hay y lo único que procuro es no comulgar con ruedas de molino ni creer en pajaritos preñados. Por lo demás, todo perfecto.