Las diez de últimas
Y bien, como os anuncié la jefa de taller ha concluido su trabajo esta mañana a la una. No pude ver el partido de Montjuich ni con el móvil, así que tengo que pillar un poco de aquí y otro poco de allá sin que me pidáis de quién me fío y de quién no. Pero aquí estoy de nuevo, justo cuando empiezan las diez de últimas, como se llamaba aquel concurso de televisión que presentaba el imborrable Joaquín Prat, alma y corazón del viejo Carrusel Deportivo de Vicente Marco. En fin, batallitas en otra sección.
El preludio de la primavera, por mucho que nos creamos haber retrocedido al invierno, marca la salida de la gran carrera que definirá la liga y, de acuerdo con ellas, el futuro, siempre corto, de cada uno de los participantes. Los inquilinos de la UCI creen en su recuperación y los pacientes en planta esperan el alta sin abandonar la medicación por si las moscas. Y la gente que parece sana, como el Barça, lucha por alcanzar objetivos, algunos quiméricos y otros no tanto, de rango superior. Luego, si rascas, el paisaje es distinto.
En medio del berenjenal propio de esta recta final, uno se da cuenta delo que cruel que puede llegar a ser el fútbol. El mismísimo Javier Aguirre, elevado a los altares por meter al equipo en la final de la Copa del Rey desquiciando a tirios y troyanos, ha vuelto al centro de la diana por la derrota sufrida por el Mallorca anoche. Que si Larin no da una ante la portería, lo cual es cierto, que tenía que haber salido Radonjic, que ciertamente no sabemos para qué ha venido, o la reaparición de Nastasic cuya suplencia en San Sebastián y ante el Girona, despachó el propio técnico con un «eso no te lo voy a contestar». Por eso este negocio no conoce el futuro, ni vive del pasado. El ahora es hoy, un presente que no termina hasta el próximo 26 de mayo.