Las raíces del fútbol, negocio o no
El fútbol, como el corazón, atiende a razones que la razón no entiende. Ha cimentado su enorme éxito popular en la defensa sentimental de cada aficionado respecto al equipo de su ciudad. Es la gran coartada de los grupos financieros y fondos de inversión utilizan para desarrollar sus planes que, como se refleja en sus objetos sociales, no es sino ganar dinero. Ahí es donde el fútbol negocio actual se va a estrellar.
Que la televisión se haya convertido en el principal cliente de los clubs y el acreedor más importante de los aficionados, no oculta que la juventud en general se haya incorporado al fenómeno de las expectación que genera este deporte de masas. La propia pequeña pantalla y, sin duda, las redes sociales contribuyen al rejuvenecimiento del público adicto, pero las razones de dicha adicción no son las mismas que las de sus padres y abuelos.
Ya ha ocurrido en otras disciplinas y en variedad de países. Cuando la meta es el beneficio económico sobre el que, como vemos, se sustentan las competiciones, los grandes o los pequeños van a la caza de las bolsas que perciben en función de su clasificación, sea doméstica o internacional. La consecuencia inmediata es la dictadura del resultado. Si se ganan partidos, hay respuesta; si se van perdiendo, cunde el desánimo y la desilusión.
Si es cierto que la historia se compone de ciclos repetitivos, puede que todo vuelva a su sitio. Los jóvenes son más sensibles y negativos en torno a las derrotas que sus progenitores, más avezados a ciertas decepciones inevitables por simples cuestiones de edad y experiencia. Si el futuro se dibuja con la creación de nuevos campeonatos, no solamente la Superliga, sino los que la FIFA y la UEFA inventan día a día sin más afán que el lucrativo, la nueva realidad impondrá el regreso a las raíces de cada cual. Aunque lo parezca y creamos que el oro es lo que cuenta, sea mineral o petróleo, el tiempo, que nunca perdona, termina por concederle más poder al árbol sujeto a la tierra que a sus hojas caídas cada vez que llega el otoño. Los inversores de allende los mares, oportunistas o negociantes, volverán de donde vinieron antes o después porque ganar siempre es pura utopía. El descenso del Atlético Baleares es el más reciente y cercano ejemplo. Pero algún día Volkman se irá y el Atletic seguirá ahí de una forma o de otra. Apliquen el cuento al club y la ciudad que quieran, Florentino, Laporta, los árabes, los americanos, rusos o asiáticos. Sin distinciones.