LGP ha perdido el GPS

El futbolista siempre es el último eslabón de la cadena, reo de culpa. Nunca dimite un director deportivo, ¡iban a hacerlo con lo que ganan!, en su caso cesa al entrenador quien, a su vez, atribuye derrotas a los errores de sus jugadores. Ellos nunca se equivocan y sus pupilos, al contrario, siempre mantienen a salvo al técnico, supongo que por lo que les pueda pasar.

Luis García Plaza se permite señalar a Baba para explicar el primer gol del Real Madrid en Palma y recuerda que Antonio Sánchez debió cometer una falta técnica sobre Darder para impedir la acción previa al tanto del Espanyol el pasado domingo en Cornellá, con el agravante de que «esto está ensayado repetidamente». Lamentablemente en 29 jornadas ni un solo integrante de la plantilla del Mallorca ha hecho la menor referencia a equivocaciones de su inmaculado jefe que no han sido pocas. Pero el más importante de sus yerros, no lo duden, consiste en enfocar a quienes, nos guste o no, son los que tienen que sacar el carro del cenagal. Mala decisión, una más.

Una vieja teoría defiende que las plantillas se han de confeccionar a petición del preparador de turno. Sus contrarios argumentan que un buen técnico es aquel que saca el máximo rendimiento a los recursos humanos con los que se encuentra. Me alineo con estos últimos, sobre todo cuando me acuerdo de los desmanes de Jorge Valdano en el Valencia o el Tenerife, aunque hay más ejemplos sin abandonar el Lluis Sitjar o Son Moix en tiempo tanto pasado como presente.