Maffeo, Mateu y Mateo

El Mallorca hace mal al observar primero la paja en ojo ajeno que una viga en el propio. Maffeo ha predicado con el ejemplo al afirmar «que si, que las excusas están muy bien pero también debemos aprender de nuestros errores». Las quejas del club llueven sobre mojado, no han cesado después de cada derrota y con Luis García Plaza expulsado dos veces declaraciones aparte, y caerán en saco roto como lo que son. Así es más fácil ocultar que en un partido muy importante, por suerte no decisivo, la zaga y el portero del Getafe no fueron inquietados en 98 minutos de juego, ni con diez, treinta minutos, ni con once jugadores sobre el campo durante una hora.

El penalti, sin duda discutible pero tanto como el que pitaron contra el Cádiz en Son Moix y nadie abrió la boca, lo decidió un árbitro, pero lo advirtieron tres, el del campo y los dos de la cabina del VAR. Tal vez venga a colación recordar cuántos partidos históricos el Mallorca no ha ganado contra equipos en inferioridad numérica. ¿Y si en lugar de retrasar a Battaglia y ceder terreno, hubiera salido Gayá desde el banquillo sin debilitar la función protectora de los medios?. O no, no sé.

Prejuzgar que Mateu Lahoz prevaricó al indicar en el descanso a Enes Unal «me debes una, me debes una», interpretando una referencia a una hipotética tarjeta roja, sin conocer el resto y el contexto de la conversación que igualmente podía relacionarse con el enfado que pilló al tener recorrer treinta metros airado para reclamar la presencia del turco junto a los amonestados Russo, Gio y Sandro. Mi colega Roberto Mateo, de Radio Marca, futbolista en activo explica muy bien lo de los diálogos con los árbitros sobre el campo. Recuerdo uno de Mejuto González al banquillo: «si no sustituyes a este, lo tendré que expulsar». Solo quien no ha pisado jamás un terreno de juego puede apreciar cualquier intención torticera.

Por supuesto que cada cual puede opinar lo que quiera, pero todo lo que no sea practicar una examen permanente de conciencia, seguido del imprescindible acto de contrición, es perder el tiempo y engañarse a uno mismo y, lo más grave, a los demás.