Jaime Cano, in memoriam
Fue uno de tantos, de muchos, de esos que vinieron para quedarse si no en el Mallorca, si en Mallorca. Jaime Cano jugó cuatro temporadas, en dos etapas diferentes, formando parte de una delantera mítica cuando se contaban cinco atacantes y no uno como ahora: Canario, CANO, Domínguez, Conesa y Camps (Puig o Rosselló).
Le fichó Guillermo Ginard con 23 años, procedente del Badalona y le alojó en el Hotel Mar Bosque, de la calla Joan Miró, en el terreno, donde el presidente tenía acciones. Esta cerca de la popular Plaza Gomila, centro de la bohemia palmesana de la época, así que ya se pueden imaginar la impresión que aquel ambiente causaba en un jovencísimo futbolista en plena eclosión del turismo.
Por aquel entonces los jugadores lucían el número de dorsal asignado a sus demarcaciones. Cano llevaba el 8, cual correspondía a su posición de interior derecho en una formación que abrían Gost o Heredia en portería, Doro, Sans, Victoriero, Robles y Parera o Candela. Memoria de años en los que el aficionado menos pintado se sabía antes los onces de los equipos que los misterios del Rosario.
Fue traspasado al Celta y repescado antes de dejar sus últimos servicios, se retiró muy pronto, a los 34 años, al Elche y el Real Murcia, ciudad en la que colgó las botas. Corría la década de los setenta y los partidarios de los Beatles y los Rolling Stones se dividían, hoy se llama polarizar, cual si habláramos de Pablo Motos y Broncano, salvando las diferencias ya que las distancias son insalvables. Eso si, la liga siempre la ganaban el Real Madrid o el Barça. No hemos cambiado nada.