Más entrenadores tristes
Voy a cumplir la promesa, confieso que con pocas ganas, pero ayer les prometí que hoy les contaría anécdotas de más entrenadores tristes y lo haré. No es fácil, créanme, escribir tres líneas en medio del drama de los que sufren y la tragedia de quienes nos gobiernan, pero me he marcado la disciplina de ponerme delante del ordenador con el único fin de contribuir a la distracción de mis lectores, entre los que se encuentran algunos amigos. Un día de estos también les hablaré de ellos porque aunque Martín Fierro decía que en la vida de un hombre solo cabe un amigo sincero y con muchísima prudencia tal vez dos (esto me lo enseñó Joancho Forneris), yo creo atesorar a algunos más. Tampoco sin pasarme, pero me siento lejos del pensamiento del poeta de la Patagonia.
A lo que iba: entrenadores tristes. No lo era pero se convirtió en uno de ellos José Luis Saso, que estuvo en el Mallorca seis temporadas diferentes en dos etapas distintas y nunca completó una liga ni en los tres primeros años de la década de los 60 ni dos lustros más tarde, los tres primeros de los 70. En la campaña 1972-73 le vi apesadumbrado en la barra del Hotel Avenida cerca de la catedral de la Virgen de Begoña en Bilbao. Tan apagado que fui a preguntarle qué le ocurría. Unas horas antes el Baracaldo le había dado a su equipo un buen repaso (4-0) en el viejo campo de Lasesarre. Dani, que al cabo de poco tiempo sería figura en el Athletic, había causado unos cuantos rotos en la zaga balear. «Lo que me pasa, me dijo el mister, es que tenía un bonito juguete en mis manos, se ma ha roto y no sé cómo arreglarlo».
He conocido, si no me fallan las cuentas, a 45 técnicos entre el banquillo del Lluis Sitjar y Son Moix, he seguido al equipo a lo largo de 87 estadios españoles, 10 en Baleares y 14 en Europa, pero ya vendrán a cuento en otros capítulos. Perdón, pero es que contarlos me ha tenido ocupado y entretenido un ratito de mi confinamiento. Y espero que, si lo leen, también les haya distraído a ustedes.
¡Animo!, ya queda un día menos.