Más que un Mundial
No voy a ocultar mi emoción e incluso algún pucherillo al terminar el partido contra Inglaterra que ha proclamado a la Selección Femenina Española de Fútbol como campeona del Mundo. Igualmente no voy a ejercer de «subecarros» o valorar la gesta emulando a cientos, miles, de los que celebrarán el éxito como si fuera suyo o, peor aun, le darán un uso triunfalista ajeno al esfuerzo, el sacrificio y la conquista de las chicas.
No veo fútbol femenino, no lo sigo, no me entero de qué equipos ni cuando compiten, en definitiva ni me gusta ni tampoco me disgusta. Vi la final a ratos mientras cocinaba una fideuá para mi familia, así que no tengo el menor derecho a sumarme a la fiesta, lo que tampoco me niega la satisfacción de celebrarla. Y sí, desde mi atalaya, lejana o no, diviso la oportunidad de que el título obtenido revele el desprecio, el trato, la injusticia y la desigualdad que se ocultan tras el brillo del oro.
Eso si, todos los lectores de este blog son testigos de que hace tiempo reivindico una sección en los clubs más representativos de Baleares y, en concreto, el Real Mallorca SAD, donde permanecen al margen de cualquier iniciativa por este camino. Una lástima porque con ejemplos como los de Cata Coll, Mariona Caldentey, Patri Guijarro y sus compañeras, que los hay, también se hace país, siembra y cosecha de mallorquinismo.