Menos genuflexiones y más exigencias
«HAY MUCHAS MANERAS de engañar a la gente. Adulación, dinero, sexo, avaricia, etcétera. También es importante el autoengaño. Todos estamos potencialmente afectados por el autoengaño, aunque su incidencia no es la misma en todas las personas. A veces, el autoengaño llega hasta la autodestrucción». He extraido este texto de un artículo de Sebastián Urbina en El Mundo y porque aunque cada indivíduo tiene todo su derecho a creer lo que quiera, conviene aclarar ciertos aspectos no relacionados con la política, como en el ejemplo citado, sino con el fútbol y, en concreto, con el Mallorca.
Cometen un error quienes insisten en aceptar como buena el mensaje de «salvador» que Robert Sarver y sus acólitos transmiten y del que no pocos se convencen. Pero no es cierto. Miren: si ustedes compran un piso en ruinas para reformarlo y después habitarlo o venderlo, no están salvando el inmueble ni a su propietario, sino que invierten para obtener un beneficio. Los americanos no salvaron al Mallorca sino a Utz Claassen, que no es ni de lejos lo mismo. Luego, su mala gestión ha sido evidente. El primer síntoma de sospecha surge cuando después de pagar más de 20 millones de euros en la adquisición de las acciones, solo se gastan 600 mil en reforzar el equipo que, de haber subid aquel mismo año a primera división, habría ingresado el doble de lo desembolsado, es decir 40 millones. Asumido el fiasco, no solo no rectifican sino que ratifican en el cargo al entrenador que dirige el fracaso, Fernando Vázquez.
Con Maheta Molango sucede igual. No es buena gestión la que en la esfera estrictamente deportiva consuma el descenso a Segunda B y la salida del club de la Liga Profesional ni, económicamente, tres ejercicios consecutivos de pérdidas hasta alcanzar 16 millones en negativo. ¿Que los han puesto?, claro ¡faltaría más!. ¿Que pagan las nóminas?, solo faltaría que no lo hicieran. Es su estricta obligación más allá de recordar que antes de hacerse con el «piso» balear, se estrellaron en aspiraciones precedentes. Pero de eso a tener que estar eternamente agradecidos por eso, en humillante y permanente genuflexión, media un abismo.